Día Mundial del Teatro | 27 de marzo

Día Mundial del Teatro 2017 | Mensaje Internacional

Isabelle Huppert, actriz francesa autora del Mensaje Internacional del Día Mundial del Teatro 2017

El Día Mundial del Teatro se creó por iniciativa del Instituto Internacional del Teatro (ITI) en 1961. Desde entonces se celebra y conmemora cada 27 de marzo por los Centros ITI y la comunidad teatral internacional.

Así, cada año, se organizan en España y en todo el mundo diversos eventos teatrales para conmemorar esta ocasión. En la Comunidad de Madrid se celebra con este motivo La Noche de los Teatros. Uno de los eventos más importantes de esta celebración es la difusión del Mensaje Internacional del Día Mundial del Teatro mediante el cual, por invitación del ITI, una figura  teatral de talla mundial comparte sus reflexiones sobre el tema del Teatro y la Cultura de Paz.

En 2017 la elegida para el Mensaje Internacional del Día Mundial del Teatro es la actriz francesa Isabelle Huppert, considerada una de las intérpretes más importantes del cine europeo.  Isabelle Huppert ha aparecido en más de 100 películas y producciones televisivas desde su debut en 1971. Desarrolló la mayor parte de su carrera en Francia donde ha recibido numerosos premios, incluyendo el nombramiento de Oficial de la Legión de Honor. También ha recibido numerosos premios internacionales, pues está considerada como una de las mejores y más respetadas actrices del mundo.

Mensaje Internacional de Isabelle Huppert en el Día Mundial del Teatro 2017

«Bueno, aquí estamos una vez más. Reunidos de nuevo en la primavera, 55 años desde nuestra reunión inaugural, para celebrar el Día Mundial del Teatro. Un solo día, 24 horas, se dedica a celebrar el teatro en todo el mundo. Y aquí estamos en París, la ciudad principal del mundo, para atraer a grupos teatrales internacionales, para venerar el arte del teatro.

París es una ciudad mundial, apta para contener en un día de celebración las tradiciones del teatro mundial. Desde aquí, en la capital de Francia, podemos transportarnos a Japón experimentando el teatro Noh y Bunraku. Trazar una línea desde aquí a pensamientos y expresiones tan diversas como la Ópera de Pekín y Kathakali. El escenario nos permite permanecer entre Grecia y Escandinavia mientras nos envolvemos en Esquilo e Ibsen, Sófocles y Strindberg. Nos permite volar entre Gran Bretaña e Italia mientras reverberamos entre Sarah Kane y Prinadello. En el curso de estas 24 horas podemos ir de Francia a Rusia, de Racine y Moliere a Chejov. Incluso podemos cruzar el Atlántico como un rayo de inspiración para servir en un campus en California, atrayendo a un joven estudiante allí a reinventarse y hacerse un nombre en el teatro.

De hecho, el teatro tiene una vida tan próspera que desafía el espacio y el tiempo; sus piezas más contemporáneas se nutren de los logros de los siglos pasados e incluso los repertorios más clásicos se vuelven modernos y vitales cada vez que se representan de nuevo. El teatro renace siempre de sus cenizas, mudando solo sus convenciones anteriores en sus nuevas formas. Así es como se mantiene vivo.

Es obvio que el Día Mundial del Teatro no es un día cotidiano para ser integrado con el discurrir de los demás días. Porque nos da acceso a un inmenso espacio-tiempo continuo a través de la pura majestuosidad del canon global. Para tener la capacidad de conceptualizar esto, permítanme citar a un dramaturgo francés, tan brillante como discreto, Jean Tardieu. Al pensar en el espacio, Tardieu dice que es sensato preguntar «¿cuál es el camino más largo de uno a otro?»… Sugiere medir el tiempo «en décimas de segundo, el tiempo que se tarda en pronunciar la palabra ‘eternidad’ «… sin embargo, para el espacio-tiempo, dice: «antes de que te duermas, fija tu mente en 2 puntos del espacio y calcula el tiempo que toma, en un sueño, ir de uno a otro». Es la frase en un sueño la que siempre se ha quedado conmigo. Parece como si Tardieu y Bob Wilson se hubieran conocido.

También podemos resumir la singularidad temporal del Día Mundial del Teatro citando las palabras de Samuel Beckett, que hace que el personaje de Winnie diga, en su estilo expeditivo: «Oh, qué hermoso día habrá sido». Al pensar en este mensaje, que me siento honrada de haber sido invitada a escribir, recordé todos los sueños de todas estas escenas. Como tal, es justo decir que no vine sola a esta sala de la UNESCO. Cada personaje que he interpretado está aquí conmigo. Papeles que parecen desvanecerse cuando cae la cortina, pero que han tallado una vida subterránea dentro de mí, esperando para socorrer o destruir los papeles que siguen. Phaedra, Araminte, Orlando, Hedda Gabbler, Medea, Merteuil, Blanche DuBois…

También, complementándome mientras estoy hoy ante ustedes, están todos los personajes que amé y aplaudí como un espectadora. De esta forma, por lo tanto, pertenezco al mundo. Soy griega, africana, siria, veneciana, rusa, brasileña, persa, romana, japonesa, newyorquina, marsellesa, filipina, argentina, noruega, coreana, alemana, austriaca, inglesa… Una verdadera ciudadana del mundo, por virtud del ensamblaje personal que existe dentro de mí. Ya que es aquí, en el escenario y en el teatro, donde encontramos la verdadera globalización.

Laurence Olivier anunció en el Día Mundial del Teatro en 1964 que, después de más de un siglo de lucha, se acababa de crear un Teatro Nacional en el Reino Unido, al que de inmediato quiso transformar en un teatro internacional, al menos en términos de su repertorio. Sabía muy bien que Shakespeare pertenecía al mundo.

Al investigar la escritura de este mensaje, me alegró saber que el mensaje inaugural del Día Mundial del Teatro de 1962 fue confiado a Jean Cocteau, un candidato apropiado debido a su autoría del libro ‘Around the World Again in 80 Days’ (‘Alrededor del mundo otra vez en 80 días’). Esto me hizo darme cuenta de que he ido alrededor del mundo de una manera diferente. Lo hice en 80 representaciones o en 80 películas. Incluyo películas en esta celebración ya que no hago distinciones entre interpretar en el teatro o interpretar en películas, lo que incluso me sorprende cada vez que lo digo, pero es cierto, así es, no veo diferencia entre los 2.

Hablando aquí no soy yo misma, no soy una actriz. Soy una de las muchas personas que el teatro usa como un conducto para existir y es mi deber ser receptivo a esto. O, en otras palabras, nosotros no hacemos que el teatro exista, es más bien gracias al teatro que existimos. El teatro es muy fuerte. Resiste y sobrevive a todo: guerras, censores, penuria.

Basta con decir que «el escenario es una escena desnuda de un tiempo indeterminado». Todo lo que necesita es un actor. O una actriz. ¿Qué van a hacer? ¿Qué dirán? ¿Hablarán? El público espera, lo sabrá. Porque sin el público no hay teatro: nunca lo olvidéis. Una sola persona es ya una audiencia. Pero ¡esperemos que no haya demasiados asientos vacíos! Las realizaciones de las producciones de Ionesco están siempre llenas y él representa este valor artístico franco y hermoso. Salvo al final de una de sus obras, donde una vieja señora dice: «Sí, sí, muere en plena gloria. Muramos para entrar en la leyenda. Al menos tendremos nuestra calle…».

El Día Mundial del Teatro lleva 55 años existiendo. En 55 años, soy la 8ª mujer en ser invitada a pronunciar un mensaje. Si se puede llamar a esto un ‘mensaje’. Mis predecesores (¡oh, cómo se impone la masculinidad de la especie!) hablaron del teatro, de la imaginación, de la libertad y de la originalidad para evocar la belleza, el multiculturalismo y para plantear preguntas sin respuesta.

En 2013, hace apenas 4 años, Darío Fo dijo: «La única solución a la crisis radica en la esperanza de la gran caza de brujas contra nosotros, en especial contra los jóvenes que quieren aprender el arte del teatro. Así una nueva diáspora de actores surgirá que indudablemente extraerán de esta limitación beneficios inimaginables al encontrar una nueva representación». ‘Beneficios inimaginables’ suena como una buena fórmula, digna de ser incluida en cualquier retórica política, ¿no les parece?

Como estoy en París poco antes de una elección presidencial, quisiera sugerir que aquellos que aparentemente anhelan gobernarnos deben ser conscientes de los ‘beneficios inimaginables’ que produce el teatro. Pero también me gustaría destacar: ¡no a la caza de brujas!

El teatro representa para mí el otro en su diálogo y es la ausencia del odio. «Amistad entre los pueblos» . Ahora no sé mucho sobre lo que esto significa, pero creo en la comunidad, en la amistad entre espectadores y actores, en la unión duradera entre todos los personas que el teatro reúne: traductores, educadores, diseñadores de vestuario, artistas de escena, académicos, profesionales y audiencias. El teatro nos protege, nos da cobijo. Creo que el teatro nos ama. Tanto como lo amamos nosotros.

Recuerdo un director de escena para el cual trabajé que, antes de que subiera la cortina nocturna, gritaba con plena firmeza de garganta: «¡hagan espacio para el teatro!». Y éstas serán mis últimas palabras esta noche.

Gracias»




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